4.6.13

Teleindignados

Uno de los más avezados todólogos del afterpop patrio, Raúl Minchinela, sostiene que "la televisión retrata el XXI como el siglo de las pocas luces"; y lo cierto es que basta con abandonarse durante unos minutos al noble arte del zapeo para corroborar que razón no le falta. La (plausible) tele que nos parió ha dejado paso a un oligárquico entramado audiovisual demasiado condescendiente con la rajoyana mayoría silenciosa y… así nos va. Pero no todo está perdido: como acentuaba hace poco David Trueba, "con bastante poco esfuerzo, La Sexta se ha adueñado de un territorio de crítica que las demás cadenas le han entregado sin disputa". El renacentista crítico televisivo se refería, claro, al recalcitrante espíritu de mosca cojonera que se ha adueñado de quienes manejan a su antojo el emporio que Zapatero regaló a Roures y este malvendió a Lara; y la verdad es que se nos antoja incontrovertible defender que los infoshows sextarios conforman ahora mismo, casi en exclusiva, el digno amplificador de la ninguneada voz del pueblo. El Gran Wyoming, mordaz busto parlante de uno de esos críticos artefactos (El Intermedio), lo denunciaba piropeando a Jordi Évole en el quinto cumpleaños de su bienaventurada criatura: "Es una vergüenza que Salvados sea competencia de los grandes medios de comunicación; en realidad, es una vergüenza para el país"; y lo es porque el antiguo 'Follonero' ha finiquitado su undécima temporada erigiéndose en el referente de lo que Libération ha llamado "teleindignados": el Michael Moore del Llobregat se ha transformado en "un Tintín que nunca recula". Lo reconfortante es que su hueco lo ocupa, desde ya, El Objetivo de Ana Pastor, esa españolización del manido fact checking anglosajón que pretende afear las mentiras públicas con datos: una quimera que fracasó en su debut, olvidando que no todo es verdadero o falso; que también existe lo verdadero, pero…

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