10.6.13

Adiós al cineasta total

Repasando los heterodoxos obituarios repentizados en la prensa en torno a la figura de Elías Querejeta por aquello de esquivar abominables redundancias, me topo con una infinita retahíla de epítetos que, sin pretenderlo, conforman el insuperable retrato de una personalidad inabarcable: combativo, cabezota, insobornable, renovador, controlador, temerario, lúcido, pudoroso, contestatario, hermético, profundo, carismático, serio, escéptico, visionario, sabio, apasionado, independiente… El caso es que el Productor (con mayúsculas) ha elegido para jubilarse (de su profesión y de la vida) el principio del fin del cine español; la absoluta decadencia de nuestro más gozoso alimento espiritual, cuyo porvenir se presenta gravemente amenazado por las nuevas tecnologías, las carencias creativas y las políticas obtusas. El hombre al que Alberto Bermejo ha definido como "cineasta total" por ser mucho más que un mero productor, guionista y director, fue el máximo responsable de medio centenar de imprescindibles películas que, "vistas en su conjunto, configuran una obra coherente, de marcados rasgos comunes, formales pero sobre todo temáticos". Una obra, en suma, presidida por aquello que se echa de menos en la mayoría de quienes se dicen creadores: criterio. "Querejeta permanece asociado a la calidad artística pero también a la altura ética, a la exquisitez intelectual y al compromiso con su tiempo", escribió hace algún tiempo Luis Alegre; a lo que añadió, sin solución de continuidad: "Ha exhibido su toque en el franquismo, en la transición, en la democracia, en el siglo XXI. La cosa tiene su mérito"; tanto que, de haber podido disfrutar de una prórroga vital, a buen seguro habría pergeñado una alegoría de la liquidación del estado del bienestar. Hace unos días un director austriaco (Michael Haneke) le birló injustamente el premio Príncipe de Asturias, aunque no parece que a un "rojo de corazón" venido al mundo en el Hernani republicano —la pequeña Rusia vasca— le hubiera hecho demasiada gracia pasar a engrosar la nómina de la alta nobleza artística.

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