19.10.12

La arrogancia de los estúpidos

Adivina, adivinanza: "Un sabio nacido en Cataluña al que los catalanes acusan de españolista y los españoles de separatista". No merece la pena esforzarse: algunos hay, mas su identidad no viene al caso; importa su diagnóstico, recogido por Raúl del Pozo en su penúltima columna mundial: 1) "Los estúpidos cada vez son más arrogantes"; y 2) "No es que el problema sea muy grave. Es que los gestores son muy pequeños". El asunto que se traen entre manos entrevistador y entrevistado es el affaire catalán, pero la solución que ofrece el sabio amplía las fronteras del objetivo: "Elecciones y cortes constituyentes, nueva constitución, nuevo sistema electoral, nuevas caras". O sea, que le venían dando vueltas a la martingala ineludible en las últimas semanas, la desconvergencia i la desunió, pero fueron a dar de bruces en una matraca aún mayor: la irrefrenable decadencia de la clase política española, a la que algunos reclaman a voz en grito una segunda transición. Estaban escribiendo, conscientemente, un nuevo capítulo en la incoherente (intra)historia del desprecio a una casta de cuyo mantenimiento son cómplices. Recordaba con tino hace unos días José María Izquierdo que parece no importar que "esos políticos hayan sido elegidos, hace apenas diez meses, por quienes ahora les vituperan", y nos refrescaba la memoria: "El 20 de noviembre de 2011 votó el 68,94% del censo, exactamente 24.666.392 ciudadanos", muchos de los cuales lo hicieron infectados por el "bonus por ambigüedad", aquel por el que los votantes prefieren el misterio (Rajoy) a un candidato que hable claro, según dicen los norteamericanos que saben de esto. Así que basta de criticar a quienes certifican lo que advirtió D’Israeli, que la política es el "arte de gobernar a la humanidad mediante el engaño". Demostremos que la estupidez no es contagiosa: dejemos de jugar a su juego porque solo así cambiarán algún día las reglas.

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